Siempre se ha pensado que había que comprar los pies de gato muy apretados y mucho más pequeños que tu talla de pie. Esto era necesario hace tiempo cuando los modelos no eran tan avanzados.
Actualmente, las construcciones de horma que se fabrican permiten mucha precisión y fuerza sin necesidad de llevar el pie tan apretado como antes, evitando así tendinitis y deformidades que eran comunes en los escaladores de los 80 y 90. Obviamente el pie de gato te tiene que quedar ajustado, con los dedos flexionados para poder hacer fuerza al pisar cosas muy pequeñas.
Debes notar que se ajustan a tu pie y no bailan o dejan espacios vacíos en forma de bolsa de aire. Un pie de gato nuevo es normal que no sea lo más cómodo del mundo y más cuando no tenemos el pie hecho a muchos años de escalada.
Debes tener la sensación de poder moverte con los pies de gato sin que te tire o duela de manera extraña en ciertas zonas como el talón de Aquiles, puente del pie o en los nudillos. Pero sí es muy normal que molesten y te sientas incómodo.
Si te duelen, asegúrate de que sea en zonas que sepas que se van a poner blandas con el uso y cederán un poco. Con el tiempo se harán a tu horma y dejarán de molestar.
Cada vez más tiendas tienen un pequeño muro donde poder probar los pies de gato. No dudes en hacerlo. Ponte de puntillas sobre ellos, pisa una presa pequeña, talona y haz fuerza con ellos. Si te duelen, más allá del dolor que representa que sean nuevos y que no estén adaptados a tu pie, descarta inmediatamente ese modelo de pie de gato por más que te digan que es el mejor para encadenar.